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Opinión

Si roba el Ejército…

Sumario

Por Gustavo González Godina

Nos ha tocado vivir momentos difíciles a todos los mexicanos, muy difíciles. Están ocurriendo cosas terribles, que una parte de los mexicanos no ven o no quieren ver, y la otra parte -creo que mayoritaria- las ven alarmados, asustados, aterrorizados y por ahora impotentes. Por ahora y por sabe Dios cuánto tiempo más, porque no se le ve a esto la orilla.

Nunca como ahora había estado nuestro país en manos de la ineptitud y la delincuencia. Los simpatizantes de la 4-T dirán que exageramos, que mentimos, que calumniamos al Presidente ya por costumbre, por inercia, pero las cosas terribles que están pasando no las inventamos nosotros, están ahí, a la vista de todos.

Ahí está la tragedia de Acapulco, que pudo ser menor si sus habitantes hubieran sido avisados a tiempo, como era la obligación de cualquier gobierno que se debe a sus gobernados. Ahí está el error de viajar al lugar del desastre por carretera sabiendo que estaba ésta cortada. Y ahí está la mayor aberración del actual gobierno: al otro día de la tragedia, mientras los habitantes de Acapulco sufrían lo indecible por la falta de luz, de agua, de comunicación, de alimentos… el Presidente presumiendo su popularidad en la Mañanera, en lugar de ocuparse del problema.

Y lo que faltaba aún, faltaba lo peor: la decisión presidencial, la orden de que sólo el Ejército y la GN podrían entregar apoyo a los damnificados, ninguna otra autoridad ni organización civil podría llevar nada a Acapulco. Y con la decisión, la orden de interceptar a todo aquel que llevara víveres, medicamentos, agua… antes de llegar a Acapulco y quitárselo. ¿Para robárselo como acostumbran Morena y la 4-T como han hecho en ocasiones anteriores? no lo sé, pero la orden fue cumplida y con violencia.

No sé tampoco si el atropello y la violencia fueron parte de la orden presidencial, o si lo agregó de su cosecha el General Chencho Medallas, o simplemente fue iniciativa de los militares y elementos de la Guardia Nacional -drogados tal vez- que se encargaron de cumplirla, pero de que actuaron con salvajismo no cabe duda.

Un ciudadano de nombre Omar Flores, que se dirigía con sus cuatro hijos en tres camionetas a Pichilingue, narró cómo le quitaron todo lo que llevaba de ayuda para Acapulco, cómo le dieron un culatazo en la boca por protestar, cómo le rompieron el medallón de una de las camionetas, los vidrios laterales de otra y los faros de las tres, cómo les quitaron todo el dinero y las tarjetas que llevaban él y sus hijos, cómo los tiraron al piso y los esposaron mientras los despojaban de todo lo que llevaban en las tres camionetas, y cómo hasta los tenis le robaron a uno de sus hijos porque le gustaron a uno de los oficiales del Ejército que cometieron tal atropello.

Ese no era nuestro Ejército Mexicano. Hasta antes de este gobierno era la institución más respetada y la única en la que confiaban los ciudadanos. En eso los ha convertido el presidente López Obrador, están a las órdenes del narcotráfico y la delincuencia y se han convertido en parte de ésta. Tengo la impresión de que esa actuación, prepotente, arbitraria y violenta contra estos ciudadanos que llevaban ayuda a Acapulco, no es más que un ensayo de la represión a que seremos sometidos los opositores el próximo año.

Pero no sólo el Ejército ha sido puesto en manos de la delincuencia, todas las policías y autoridades encargadas de supuestamente velar por nuestra seguridad, los agentes del Ministerio Público y no pocos jueces, que deberían procurar e impartir justicia, obedecen a delincuentes por una paga. Le cuento, la noche de este domingo le tocó a mi familia ser víctima de esta situación, de la descomposición que se vive en todo el país.

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Serían las 8:30 de la noche, cuando estando parte de mi familia en el jardín frente a la casa (vivo en una colonia popular muy pobre, la última en las orillas de la ciudad, mi casa es pequeña, pero tiene un jardín más pequeño aún), cuando el esposo de una de mis hijas (que vive al lado) salió corriendo y gritando ¡La camioneta del David! (David es el esposo de mi otra hija que vive al otro lado de mi casa).

Al tiempo que mi yerno salía corriendo y gritando, escuchamos cómo alguien encendió el vehículo de mi otro yerno y le dio un acelerón, pero no salió disparada la camioneta, así que el marido de mi hija alcanzó a llegar a tiempo, abrió la puerta del vehículo y bajó de un tremendo tirón al ratero que ya se la llevaba. Tras de eso lo tiró al piso y lo sometió sujetándolo por el pescuezo contra la banqueta, en lo que salía David y lo ayudaba.

Aún le estaba llamando mi hija a la policía, cuando apareció una patrulla en la esquina, a 20 metros de donde era sometido el ladrón, que gritaba que a él lo habían mandado, y luego mientras lo esposaban gritaba: ¡No, me van a matar, me van a matar! Bueno, para no hacerle el cuento largo, lo subieron a la patrulla y se lo llevaron, diciéndole al dueño de la camioneta que fuera a la Comisaría para poner la denuncia.

Fue, lo acompañó el que había evitado el robo, y en la Comisaría le llamaron a un agente del Ministerio Público para que acudiera a recibir la denuncia. No quiso, dijo que era domingo en la noche, y que si querían poner la denuncia tenían que dejar la camioneta en depósito (lo cual implicaría gastos de grúa, corralón y demás por el rededor de 5 mil pesos). No se puso la denuncia, el Ministerio Público lo impidió.

Ya era conocido de la policía el ladrón, ya era conocido del Ministerio Público, tenía protección y huellas de que alguien (que no cree en la justicia) lo había tableado ferozmente en la espalda. Si hubiéramos sabido esto antes, lo habríamos linchado, no asesinado, pero sí habría tenido un buen escarmiento en el parque de la colonia donde habría sido exhibido.

Y esto va para largo, el país está en manos de la delincuencia, a la que se lo entregó el presidente Andrés Manuel López Obrador. Cualquier malandro de poca monta se siente con confianza para robar, asaltar, secuestrar, extorsionar, cobrar derecho de piso y en general delinquir, porque todos se sienten protegidos por el actual gobierno de México. “Si roba el Ejército -deben pensar- por qué yo no, es ahora o nunca”.

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