Falacia o verdad del Presidente de la República
Por Oscar Miguel Rivera Hernández
¡Hola! nuevamente, comparto una reflexión, análisis, impresión o crítica, como usted lo quiera tomar. En esta ocasión, abordaremos el sistema de salud en México, un tema que ha generado controversia recientemente debido a las declaraciones del presidente. Su afirmación de que, tras seis años de su administración, el sistema de salud en México es “mejor que el de Dinamarca”, ha sido duramente criticada y con razón. Esta aseveración, lejos de reflejar la realidad, deja mucho que desear para los mexicanos.
Según el presidente, en 23 estados del país el sistema de salud es universal y gratuito bajo el esquema del IMSS Bienestar. Esta afirmación, que podría parecer un logro monumental, contrasta con la realidad de muchos rincones del país, particularmente en Jalisco, donde la población enfrenta una evidente carencia de servicios de salud dignos. Y no solo Jalisco: ¿qué pasa con el resto de los estados?
Es cierto que la situación de salud en México es compleja. No se puede negar que el gobierno ha intentado implementar mejoras, como la contratación de 48,736 médicos generales y especialistas, incluidos 5,000 médicos cubanos, o la inversión de 6,341 millones de pesos para renovar centros de salud con el programa ‘La clínica es nuestra’. Sin embargo, estas cifras y acciones, que en el papel suenan impresionantes, no reflejan el estado de abandono en que se encuentran muchos hospitales y clínicas en diversas regiones del país.
En Jalisco, por ejemplo, la falta de medicamentos sigue siendo un problema que afecta a miles de personas. No se trata solo de una escasez temporal, sino de una situación crónica que impacta la vida diaria de quienes dependemos del sistema de salud público. Además, la ausencia de doctores, enfermeras y personal capacitado es otro reto insuperable. Aunque se ha prometido la contratación de más personal, en muchos lugares simplemente no hay suficientes profesionales para atender la demanda.
El presidente ha subrayado que uno de los mayores logros de su administración ha sido erradicar la corrupción en el sector salud, especialmente en la compra de medicamentos. Según él, antes estas adquisiciones eran un “negocio sucio de traficantes de influencias y políticos corruptos”. Aunque esta crítica es válida, ya que las administraciones anteriores dejaron el sistema de salud en una situación desastrosa, el actual gobierno ha tenido seis años para corregir el rumbo. La corrupción es un cáncer en cualquier sociedad, pero no puede ser la única explicación para las deficiencias actuales.
El sistema de salud mexicano sigue cojeando, y no podemos ignorar las fallas estructurales que persisten. Compararlo con el de Dinamarca, un país con una población y una economía mucho más pequeñas, no tiene sentido. Dinamarca cuenta con un sistema de salud bien financiado, eficiente y basado en un modelo de bienestar social que México, lamentablemente, está lejos de replicar. Aunque Dinamarca no es un modelo perfecto, su sistema de salud es un referente en términos de acceso y calidad, algo que aún está fuera del alcance de millones de mexicanos.
Entonces, ¿en qué basa el presidente su afirmación? Tal vez en los números: las inversiones millonarias, la creación de programas y la contratación de médicos. Pero los números no siempre reflejan la realidad. El IMSS Bienestar, que se presenta como la solución para un sistema de salud más justo y accesible, no ha llegado a todos los rincones del país. Los esfuerzos para centralizar el sistema bajo este esquema no se han traducido en un servicio de calidad para todos los mexicanos. Mientras tanto, en estados como Jalisco, la población sigue sufriendo por la falta de medicamentos y una atención médica deficiente.
Si algo ha quedado claro, es que el discurso oficial no se alinea con la realidad que viven muchos mexicanos. Decir que el sistema de salud es mejor que el de Dinamarca puede ser parte de una estrategia política o una manera de elevar el ánimo en tiempos de crisis, pero la población, en especial los sectores más vulnerables, no se beneficia de estas comparaciones optimistas.
Es fundamental reconocer los avances en términos de inversión y la lucha contra la corrupción, pero también es importante admitir las áreas donde el gobierno ha fallado. La salud es uno de esos frentes. En un país con las dimensiones y desigualdades de México, no basta con anunciar grandes planes y cifras impresionantes. Es necesario que esos planes se traduzcan en servicios reales y palpables para todos los ciudadanos, sin importar el estado en que vivan.
Aún queda mucho por hacer en términos de garantizar un acceso equitativo y digno a los servicios de salud. Las comunidades rurales y marginadas siguen siendo las más afectadas por un sistema de salud que no logra cubrir sus necesidades básicas. La falta de medicamentos, la escasez de personal médico y las largas esperas para recibir atención son problemas que persisten. ¿Cómo es posible, entonces, hablar de un sistema de salud mejor que el de Dinamarca?
El próximo gobierno, encabezado probablemente por Claudia Sheinbaum, tendrá una gran tarea por delante. Aunque ha demostrado una notable habilidad para manejar otros temas, el de la salud será sin duda uno de los mayores retos que enfrentará. No basta con seguir la misma retórica del gobierno actual; será necesario tomar medidas contundentes y, sobre todo, pragmáticas para mejorar el sistema de salud en todo el territorio nacional.
El gobierno actual ha puesto la corrupción en el centro de su discurso sobre el sistema de salud, pero erradicar la corrupción es solo el primer paso. Se necesitan inversiones estratégicas, mejoras en infraestructura y un enfoque más equitativo para asegurar que todos los mexicanos, sin excepción, puedan acceder a una atención médica de calidad. La salud es un derecho, no un lujo, y hasta que no se logren cambios profundos, no podremos hablar de un sistema que siquiera se acerque al de Dinamarca, mucho menos de uno “mejor”.
