Por Christian Villalobos
Hace unos días el polémico ex presidente de la república Luis Echeverría celebró su centenario de vida, demostrando que el famoso refrán mexicano hizo una excepción, ya que este mal sí duró 100 años.
Luis Echeverría se convierte en el mandatario más longevo de la historia nacional, personaje controversial que pasará a la historia como un hombre con claro obscuros marcados por una época donde el presidente se podría comparar con un faraón.
Por lo que en medio de esta figura podemos reflexionar sobre la fórmula para ser mandatario nacional, en ocasiones quizá es una receta básica, de carisma, populismo, amigos influyentes y sobre todo buena suerte. Sin embargo, lo ideal sería que la o el ciudadano que aspire a ser el jefe del estado mexicano, cuente con una trayectoria intelectual, moral y política intachable, con una formación cívica firme y de convicción, espíritu de servicio, entrega y solidaridad.
Usted podrá pensar que lo descrito en el párrafo anterior es solo una utopía de un súper hombre, más cercano a la idea de la república de Platón que a la realidad nacional, sin embargo, lo importante de un ideal es perseguirlo, trabajar en la realización.
Si queremos mandatarios ejemplares, entonces debemos ser ciudadanos ejemplares, ya que en muchas ocasiones olvidamos que de nuestra sociedad surgen los aspirantes a los cargos públicos, en las familias se encuentran los formadores de las y los profesionistas, líderes y miembros en general de la sociedad.
La fórmula para ser presidente la escribimos todos cada día, demostrando qué clase de sociedad somos a través de quienes nos gobiernan.