Cuando niños, tras una caída o un raspón, en el barrio nos poníamos saliva en las heridas, nos levantábamos y seguíamos corriendo, jugando al futbol o a los encantados.
La saliva era -pareciera- mágica; pues no sanaba la herida, pero nosotros imaginábamos que con esas babas era suficiente para seguir en lo nuestro: el juego, la diversión.
Ya de pertigones (palabra del barrio para señalar que los jóvenes crecieron), la saliva nos sirve sólo para enlazar amistades, para “vender” nuestras ideas o incluso, para hacer campañas políticas.
Bueno, eso creen algunos. Otros ya no creemos en esos cuentos…
Lo cruel es que, en la mentalidad de algunos funcionarios públicos, actuales y pasados, del pueblo o de la capital, la saliva sigue siendo su mejor herramienta para resolver sus problemas, y creen que los demás también caen en ese infantil juego de escuchar cuentos y creerlos.
Pero no, con saliva no se resuelve el abasto de agua a las colonias donde no llega el líquido.
Con saliva no se generan empleos, ni se pagan sueldos y mucho menos se pagan impuestos.
Con saliva no se construyen canchas deportivas ni se arman equipos, ni se dotan de uniformes y planes de entrenamiento.
No es la saliva lo que ayuda el dolor o practica una cirugía en los centros de salud u hospitales.
No, en definitiva, la saliva no es la solución para nuestros problemas, en ninguna parte del Municipio, del Estado o del País.
Entonces, ¿por qué insisten algunos líderes políticos, jefes de Estado, funcionarios, en querer mostrarse salivosos cuando protestaron cumplir y hacer cumplir las leyes y normas?
Nos falta pues, más contundencia en los hechos, en las acciones, en las estrategias que resuelvan las necesidades de la comunidad.
La saliva, como humectante de las lenguas parlantes, es buena, sirve para platicar, para hacer oratoria.
La saliva, para resolver problemas, no sirve, no funciona;
De niños, nos poníamos saliva en nuestros raspones y heridas, pero lo que nos levantaba, era la fe, la ilusión de que todo sería mejor… pero eso pasaba cuando no habíamos perdido la inocencia y creíamos en los santos reyes.
¿Para cuándo los resultados?