Por Julen Rementería
En las últimas semanas la esposa y el hijo mayor del presidente Andrés Manuel López Obrador han estado en el tema nacional debido a la lujosa vida que tienen en Houston, Texas.
Todo esto ocasionó que el titular del Ejecutivo derramara un par de lágrimas en una de sus mañaneras, mostrando un tono de dolor por la exhibida vida que tiene su primogénito y su familia.
La discrepancia no es su llanto, y claro menos por un hijo, ni por la forma de vivir de un hijo, pese a que no comparta las ideologías de austeridad de su padre y éste sea más “aspiracionista”, sino por la manera en desviar la situación de un verdadero conflicto de interés que hay en su familia y en el gobierno que él encabeza.
La reacción del Presidente fue por el supuesto ataque a su hijo, aun cuando las pruebas muestran que no es un ataque, sino que comprueban la manera no tan austera de vivir de la familia de José Ramón López Beltrán, y más cuando la esposa del primogénito publicó en sus redes que no conocía a los arrendatarios, y los cheques que publicó un medio de circulación nacional demostró lo contrario.
Además de la manera de vivir de un integrante de la familia presidencial, están los negocios que hay “por debajo de la mesa” para que tengan esa forma de vida, más cuando la bandera de Andrés Manuel López Obrador fue atacar la corrupción, eliminar el nepotismo y que él seguiría con los doscientos pesos de su cartera y un solo par de zapatos.
Se entiende la posición del Presidente, pero ojalá ese presidente humanista no solamente llorara por sus hijos, sino también por todo lo que pasa en el país, y más por la corrupción que hay en su gobierno y en su familia.
Pero al Jefe del Ejecutivo no se le ha visto derramar una sola lágrima por los niños que padecen cáncer y que a la fecha no tienen tratamientos; no se le ha visto llorar por los mexicanos que no tienen medicamentos, por los feminicidios, por los desaparecidos. Al Presidente no le ha conmovido la muerte de más de 600 mil mexicanos por una pandemia mal manejada; no ha llorado por los 30 periodistas asesinados, los más de 100 mil muertos por la delincuencia organizada.
Le fue más cómodo el papel de víctima y decir que sus hijos han sufrido acoso, espionaje y hostigamiento desde que eran niños. El sentir del Presidente es porque la prensa exhibe un grave conflicto de interés y una obvia corrupción en su gobierno, donde se involucra el mayor de sus hijos, y en estos últimos años de Morena, sus hermanos, primos, cuñados y miembros de su gabinete, mientras a los mexicanos les muestra una total indiferencia.
López obrador pasó 18 años buscando el poder y ahora busca una manipulada empatía para defender el nepotismo, la corrupción, la falsa honestidad, la supuesta austeridad, olvidó que él exigió transparencia y cárcel con los anteriores gobernantes. El Presidente no llora porque sean injurias, sino porque son verdades y no puede desmentirlas.