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Cosas de la Política

Las manos gubernamentales bañadas de sangre

Nos encontramos nuevamente amigos lectores del periódico 7 días. Les recuerdo mi correo electrónico para sus comentarios y sugerencias en esta columna: jorgegerardotorres@hotmail.com . Por esta ocasión quise tratar un aspecto relacionado con los sacerdotes que asesinaron en la sierra de Chihuahua, y le doy especial importancia sobre otras cosas, porque además yo soy egresado de una Universidad Católica de Jesuitas, mi tío Ramón Torres Moreno, que en paz descanse, era un sacerdote de esta comunidad, y me duele también lo que está sucediendo en nuestro país, donde ya se les salió de las manos el orden y la justicia social, dando paso a un estado fallido. Es por ello que en mi columna tratare el tema: Mataron a 2 defensores de la vida, y con ello me refiero a los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Cesar Mora Salazar, quienes trataron de defender al guía de turistas Pedro Heliodoro Palma Gutiérrez, quien intentó refugiarse en la iglesia que estaba a cargo de estos sacerdotes y de otro compañero Jesuita: Jesús Reyes, quien logró milagrosamente salvar su vida. La persona que identificó en el SEMEFO los cuerpos de los sacerdotes asesinados, fue el padre provincial de la Compañía de Jesús en México, Luis Gerardo Moro Madrid, quien acudió a las instalaciones del Servicio Médico Forense, de la Fiscalía del Distrito Zona Occidente, ubicada en el municipio de Cuauhtémoc, Chihuahua.  

     Según dio a conocer el sacerdote Javier Ávila, a quien se le conoce en la comunidad jesuita como “el pato Ávila”, la persona que asesinó a sus compañeros Jesuitas venía muy drogada porque desafortunadamente el gobierno ha permitido esta mala influencia delictiva y la proliferación de narcóticos.

      Este hecho de muerte sucedió en la comunidad de Cerocahui, municipio de Urique en Chihuahua. La persona que cometió estos asesinatos fue el delincuente y mafioso José Noriel Portillo Gil alias “el chueco”, a quien ya persiguen y por quien ofrecieron 5 millones de pesos por su captura, incluso el Instituto Nacional de Migración (INM) emitió una alerta en todo el país y se monitorearan los 194 puntos de acceso en toda la República Mexicana, con el fin de lograr su captura. Y aunque ya se logró encontrar los cuerpos de los sacerdotes y el guía de turistas asesinados, aún continúan varias personas privadas de su libertad.

     La forma como mataron a los Jesuitas y al guía de turistas en la parroquia de San Francisco Javier, fue con una pistola calibre .38 Súper, los peritos en criminalística mencionaron que fueron 8 los casquillos percutidos, de los cuales 5 balas impactaron en los cuerpos y las otras 3 rebotaron en las paredes y el piso de dicho sitio.  

     Personal de la Secretaria de Seguridad Pública del Estado de Chihuahua, en coordinación con la SEDENA y la Guardia Nacional, lograron la captura de Cesar Iván Portillo, primo del asesino José Noriel Portillo Gil, alias: “el chueco”.

     Según información más reciente, un pleito por la derrota de un equipo de béisbol, en evento celebrado el domingo pasado, fue la causa de estas muertes, ya que el delincuente José Noriel Portillo Gil era el patrocinador del equipo perdedor y se molestó mucho por la derrota sufrida, por lo tanto el asesino llegó el lunes por los jugadores destacados del equipo triunfador: Paul Osvaldo y Armando Berrelleza Rábago; “el chueco”  se fue a la casa de los  deportistas, hiriendo a uno de un balazo y después le prendió fuego a su vivienda, llevándoselos por la fuerza, posteriormente acudió al hotel de Cerocahui, donde se encontró con el guía de turistas Pedro Palma, con quien discutió y a quien también se llevó por la fuerza, pero éste logró escapar mal herido, tratando de pedir ayuda en la iglesia de San Francisco Javier, ya que conocía a los sacerdotes asesinados, cuestión que no logró, ya que lo mataron a mansalva. En ese momento, al oír los disparos el padre Javier Campos salió y se puso de rodillas a darle el último de los sacramentos  al Sr. Pedro Palma, lo que molestó bastante al delincuente asesino, por lo que le soltó varios disparos al sacerdote, cayendo este inmediatamente muerto, hay que tomar en cuenta que era una persona de más de 80 años. Enseguida llega el padre Joaquín Cesar Mora le pidió que por favor y por el amor de Dios dejara de disparar, pero la respuesta del malvado delincuente fue disparar también en contra de él. Enseguida apareció el padre Jesús Reyes, enfrentándosele y diciéndole que ya se calmara, por lo que ya no se animó a hacerle daño, sin embargo le dijo a su gente que se llevaran los cuerpos, y a pesar de las peticiones, así como los ruegos del sacerdote de que los dejara, el asesino ordenó a su gente que los aventaran a la caja de la camioneta pick up en la que llegó. Era un comando armado hasta con armas de grueso calibre los que estaban con esta persona. Lo peor del caso es que estos narcotraficantes ya están totalmente inmiscuidos en los usos y costumbres de las comunidades regionales, ahí donde el Estado era débil ya desapareció para dar paso a los padrinos delincuentes. Por lo que es tiempo de informarse, alzar la voz, de tomar partido, de exigir justicia, seguridad y respeto. No solo por los que en esta ocasión fallecieron, sino por todos los desaparecidos y muertos.

     Finalmente quiero compartirles unas palabras que escribió un sacerdote Jesuita, muy estimado por toda la comunidad, el padre Pancho: 

Mi manera de llorar

      La oscuridad se cierne sobre nuestra sierra, la lluvia trémula provoca el escalofrío de los huesos, ésta, se encarga de recordar que el cielo también puede llorar y hoy lo hace. La tristeza nos invade, no sólo por los que hoy caen, sino por todos aquellos que han muerto. Mis hermanos Joaquín Mora y Javier Campos se suman a la ineptitud gubernamental, incapacidad de aquellos que fueron elegidos para protegernos y que nos siguen abandonando a nuestra suerte. No es sólo el que aprieta el gatillo sino también aquellos que teniendo el poder para detener esta barbarie prefieren no hacer nada, ellos también son cómplices. Tarde o temprano sucedería, todos los sacerdotes de esta región sabemos el riesgo de estar en estas tierras; hoy nos toca sufrir dichas consecuencias y lo asumimos, porque nos sabemos parte del pueblo, al que hemos acompañado en sus momentos de tanto dolor. Los padres Joaquín Mora y Javier Campos eran parte del pueblo, y mueren en la raya, intentando protegerlo de la brutalidad, optando por la paz.

     Estas letras son de dolor y amargura, y tal vez son las mismas que quisieran plasmar muchos de los fieles del pueblo de Cerocahui y de todos aquellos que conocían a alguno de los padres, porque no sólo eran unos curitas de sacristía, sino verdaderos amigos, papás, hermanos, compañeros de camino, de allí nuestra agonía.

     ¿Acaso es necesario un par de mártires para poner manos a la obra? ¿Es necesaria su muerte para que nuestras infames instituciones hagan verdaderamente su trabajo? No tengo respuesta a estas interrogantes, sólo sé que las manos gubernamentales están bañadas de sangre.

     Estas son mis palabras, no sólo por nuestros hermanos sacerdotes, sino por todas las víctimas que siguen sufriendo las consecuencias de la violencia. La consternación nos llega al presbiterio de la Sierra Tarahumara y sufriremos la partida de nuestros amigos, teniendo en claro que ellos ya descansan y que nosotros honraremos su memoria buscando que nuestra realidad sea transformada en lo que Dios quiere para su pueblo.

     Ojalá que pronto atrapen al responsable de esta barbarie, pero por lo pronto, este hecho debe servir para que el gobierno entienda que debe ser más eficiente en su labor de seguridad en todo México, y no me refiero solamente al gobierno federal, sino también a todos los gobiernos estatales como el de Chihuahua, que no se ponen las pilas para acabar con la inseguridad que priva en sus estados, y especialmente en sus municipios más olvidados, donde existe ya un estado fallido.  

     Por esta ocasión es todo en la sección de cosas de la política, gracias por su lectura.

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