Por Gustavo González Godina
1.- Le quitamos el año pasado a Morena -y por consiguiente a López Obrador- la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, lo que fue el primer paso para frenar la destrucción del país que ha venido llevando a cabo el gobierno de la “Cuarta Transformación”. Y digo le quitamos porque fuimos los ciudadanos desde las redes sociales los que impulsamos el voto contra Morena y los que forzamos la alianza de tres partidos de oposición, lo que finalmente comenzó a dar resultados y puede representar el principio del fin para este intento de instaurar una dictadura en México.
2.- Impedimos la participación ciudadana en número suficiente en la consulta para la Revocación de Mandato, que Morena convirtió en Ratificación para que Andrés Manuel López Obrador fuera proclamado dios del universo y propusiera a continuación otra consulta para solicitar una ampliación de mandato, para “gobernar” a este país hasta el fin de sus días. No se reunió ni la mitad de la afluencia necesaria para que el resultado de dicha consulta fuera vinculante, es decir, obligatorio su cumplimiento. Era de mínimo el 40% del Padrón Electoral y no acudieron ni el 18% de los ciudadanos. Ciertamente, de alrededor de 16.5 millones de personas que votaron, el 90% lo hizo a favor del presidente, lo que siempre estuvo previsto que ocurriría, y que traducido en número de votos fueron alrededor de 15 millones, lo que significa que AMLO perdió ya la mitad del apoyo que tuvo en el 2018 para llegar a la Presidencia. Y si digo “impedimos”, también, es porque en este fracaso de la farsa montada por Morena y el Presidente de la República, fuimos exclusivamente los ciudadanos desde las redes sociales con nuestro llamado a no votar, quienes le propinamos la estrepitosa derrota de su circo-consulta al Régimen. Y
3.- Hay oposición. Lo que parecía del todo ausente en la vida política de México, los partidos de oposición que dieron la impresión de haber desaparecido por completo después de la paliza que les dio Morena en el 2018, no lo estaban del todo, sólo hibernaban como los osos en el invierno. En las últimas semanas resucitaron y justo el día de mayor significado para los cristianos y católicos de todo el mundo, el Domingo de Resurrección le volvieron a romper el hocico a la 4-T rechazando la iniciativa de Reforma Eléctrica que mandó el presidente López Obrador a la Cámara de Diputados, llamada también Ley Bartlett, con la que se pretendía hacer retroceder al país al tiempo de los monopolios, convirtiendo a la CFE en uno de ellos para que hiciera con el servicio y las tarifas lo que se le pegara la gana al director Bartlett, como ocurría cuando Telmex era un monopolio y aparecían en tu recibo telefónico llamadas a Australia o a Corea, al otro lado del mundo, y nada se podía hacer contra eso, más que pagarlas, porque no había otra empresa telefónica a la cual cambiarse, vino la competencia y eso cambió, ahora pagamos menos por el servicio de telefonía celular y podemos contratar con quien se nos pegue la gana. Ya no pudieron Andrés Manuel López Obrador, Manuel Bartlett y la CFE regresar a México 50 años atrás. Y esto sí fue mérito de los partidos de oposición, PRI, PAN, PRD y MC, y de sectores empresariales y de líderes de opinión que presionaron el voto en ese sentido.
Cero y van tres, pues, las derrotas que le han infligido los mexicanos a un mal gobernante. Sigue la que quizás sea la más importante, la de la Reforma Electoral con la que pretende López Obrador deshacerse del INE, que le estorba como organismo independiente para las elecciones presidenciales del 2024, para la cual se requiere también una reforma constitucional que necesita mayoría calificada en la Cámara de Diputados (y también en la de Senadores), es decir, las dos terceras partes de los votos de los legisladores asistentes (si hay quorum, claro), que ya no tiene Morena en la Cámara Baja. De tal manera que, si continúan unidos PRI, PAN y PRD como hasta ahora cuando incluso se les unió MC, ya no hay peligro de que desaparezca el Instituto Nacional Electoral, y sin éste Morena tiene sus días contados. Y si permanecieran aliados los cuatro hasta el 2024 y pudieran ponerse de acuerdo para lanzar un candidato único, la pesadilla lópezobradorista habrá terminado y México, primero Dios, volverá a la senda del progreso. Por lo pronto parece que hacia allá nos dirigimos, a superar este periodo tan negro en la historia del país.
Y es que no se puede llevar a cabo ninguna transformación de un país sin un líder auténtico, honrado, de buena fe, valiente y congruente. No se puede transformar nada con mentiras, no se puede predicar contra la corrupción y solapar la de los familiares y amigos, no se puede dizque combatir a la delincuencia saludando de mano y liberando a narcotraficantes, no se puede hablar de austeridad gastando miles de millones en una farsa como el circo de la Revocación, no se puede asegurar todos los días que tendremos un sistema de salud de primer mundo cuando no hay ni medicamentos y se mueren los niños con cáncer, no se puede decir una cosa y hacer lo contrario, así no habrá ni Cuarta ni quinta ni ninguna otra transformación. Andrés Manuel López Obrador ha fracasado. A pesar de lo exitoso de sus programas sociales de apoyo, ha fracasado. Qué pena…