Por Gustavo González Godina
El sol estaba perrísimo. Y eso que apenas pasaba de las 6 de la tarde. Para agarrar el camión urbano frente al Hospital General de Zona 21 del IMSS, no había ni una miserable sombrita cerca de la parada y la que había estaba ocupada.
Me quedé parado un rato, hasta que se levantó el abominable hombre de las nieves y se fue corriendo a su camioneta que tenía estacionada junto a la acera de enfrente, porque una joven en shorts quería un helado y un señor una botellita de agua, de las de a 10 pesos.
Y como dicen que el que se levantó a bailar perdió su lugar, dije “de aquí soy” y me apropié de un pedacito de la banca de fierro donde estaba el nevero. Todavía estaba caliente pero cada vez menos, así que me acomodé en la orilla junto a don Palemón.
Era éste un hombre blanco (güero les decimos por acá) de más de 70 años, que parecía mirar al infinito y más allá. Pero no, veía hacia la azotea del segundo de los tres niveles que tiene el edificio del HGZ 21, a donde bajaban una tras de otra bolsas negras de plástico -de las que se usan para tirar basura- amarradas con una cuerda.
Se entiende que alguien desde la azotea del tercer nivel, las bajaba con la cuerda hasta la del segundo, pero no se veía a ninguna persona, ni bajándolas ni acomodándolas, sin embargo las bolsas, gordas por el contenido, bajaban una tras otra, una tras otra, cada 30 segundos por lo menos.
– Pues qué chingaos bajarán en esas bolsas -le pregunté a don Palemón-, basura no creo, porque esa azotea está muy alta, más que cualquier árbol y no creo que le llegue hasta allá arriba la hojarasca.
– No -contestó don Pale-, yo creo que más bien es ropa de cama, sábanas y esas cosas, que la están subiendo de por allá atrás, a donde la sacan por alguna ventana o alguna terraza, la suben a la azotea del tercer piso, luego la bajan a la del segundo, de ahí a la del primero y luego a la lavandería que está por ese rumbo.
– Mmm tiene sentido -pensé- porque basura no es, ropa tal vez. Pero oiga usted, avanzado ya el Siglo XXI ¿no debería estar todo eso mecanizado?, ¿no debería de tener el edificio elevadores, montacargas, bandas transportadoras…?
– ¡Ay amigo! -me dijo don Palemón- no tienen ni medicinas en la farmacia… y usted quiere bandas transportadoras… ¡No me chingue!, este viejito loco que tenemos de Presidente quiere acabar con el Seguro Social, primero le dio en la madre al Seguro Popular, después al mentado Insabi, y ahora va contra el IMSS. Ya inventó que dizque el IMSS-Bienestar para que aquí les den atención a todos, a los que tienen Seguro y a los que no… si no se daban abasto con los derechohabientes, imagínese ahora con todos… No sé qué tiene este pinche viejo mentiroso contra la salud… contra la salud de los pobres, porque Él se atiende en los hospitales para ricos o con los militares. Pero eso sí, ya tiene su propio aeropuerto donde no se paran ni las moscas, quiere tener su propia aerolínea y quiere comprar Banamex. Y diario nos echa mentiras, es el peor presidente que hemos tenido desde que tengo uso de razón… Y lo peor: hay quienes le creen. ¡Ah como hay gente pendeja!
Estoy de acuerdo con don Palemón. El día 10 de mayo a las 9 de la mañana tuve un accidente y me rompí un brazo, me llevaron a ese Hospital (General de Zona 21), a Urgencias (ja) y me tuvieron ahí toda la mañana retorciéndome del dolor, me clasificaron como código amarillo (intermedio entre los muy graves que llegan ya entregando el equipo y los que pueden esperar un poco), pero no había médicos urgenciólogos, había uno pero estaba tratando de salvarle la vida a alguien que estaba muy grave, y los demás pues teníamos que esperar.
A las cuatro o cinco horas de estar en el purgatorio pagando por todo el mal que haya hecho yo, finalmente me pusieron una inyección para que disminuyera el dolor, y me pusieron un vendaje provisional mientras llegaba el traumatólogo, para que decidiera él si ameritaba una cirugía o con una férula (yeso) bastaba.
Ya por ahí de las cuatro de la tarde llegó el especialista y dicen que dijo (yo nunca lo vi) que con la férula bastaba. Que sacara yo una cita con él para dentro de 6 semanas (el 24 de junio, más o menos) a ver cómo iba mi hueso roto. Me vendaron y se rieron de mí por anticipado, por la comezón que iba yo a sentir por el calorcito que estaba haciendo.
Me dijeron dónde sacar la cita para dentro de 6 semanas, fui y me mandaron al averno. Me dijeron que ahí las citas son por quincena, que regresara el 15 de junio para anotarme. Lo hice, fui en esa fecha y me dijeron que la agenda de la quincena ya estaba llena, que regresara en julio a ver si tenía mejor suerte. En resumen, no hay en ese Hospital de Zona ni servicio de Urgencias ni Traumatología.
Al contarle a mi médico familiar (que antes me recibía cada mes, luego cada dos y ahora casi cada tres) lo que me pasó, me ordenó también una radiografía, que fui a solicitar a principios de junio. La mujer que da las citas se me quedó viendo como Dios a los conejos: chiquitos, orejones y pendejos, y con una sonrisa socarrona me dijo: “¿Ah siií…? ¿Necesita usted una radiografía…? Pues ahi le va: no hay radiografías hasta septiembre… cómo la ve…
– No pues muchas gracias.
No hay medicamentos en la farmacia, el servicio de Urgencias no funciona, no hay Traumatología, no hay Rayos X… creo que lo único que funciona es el laboratorio para los análisis clínicos. Y los médicos familiares que atienden a un gentío cada día.
Cada año oigo decir al presidente López Obrador, que “el próximo año México tendrá un servicio de salud como el de Dinamarca”. Tizno a mi madre si ese pobre hombre sabe dónde queda Dinamarca. Alguien le dijo o lo escuchó accidentalmente que es un país avanzado del norte de Europa, pero como tampoco sabe dónde es Europa, Él se imagina que se trata de un pueblo de Michoacán que se llama Uruapan, se parecen, y que por ahí debe quedar Dinamarca. Con todo el respeto que me merece (que no es mucho), que se vaya mucho a su rancho en Chiapas.