• Visitantes llenos de nostalgia lo quieren abierto ya
La reapertura, por lo menos de una tarde de El hospital de Jesús, en el marco de la celebración del Día de Muertos, fue un éxito, desde que se abrieron las puertas hasta su cierre el lugar lució lleno, muchos fueron por la añoranza, otros por la curiosidad, pero al final todos coincidieron en lo mismo, el edificio tendría que ser sede para eventos culturales de manera más frecuente.
Este 2 de noviembre en el patio central del hospital fue instalado un altar de muertos creado por estudiantes del Tecnológico Mario Molina, un altar dedicado a Bartolo Hernández, quien fuera benefactor de la ciudad con dicho edificio histórico.
En el mismo lugar se dispuso de una urna donde todas aquellas personas que así lo deseaban, podían dejar la imagen de algún familiar que nació, murió o tuvo algo que ver con la historia del Hospital, una urna que se quedará en el lugar y será parte del edificio, patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Además del patio central, las personas pudieron visitar para recordar o conocer la pequeña capillita con una hermosa cúpula, que aún conserva sus bancas y su pequeño altar.
Ésta sería la primera vez que el edificio abre sus puertas al público a ciertas zonas desde el cierre del hospital hace ya varios años, y que luego fuera recuperado por el municipio para convertirlo en un centro cultural, aunque aún se encuentran en el proceso de llevarlo a cabo, hacerlo no es fácil, muchas partes se tienen que poner de acuerdo y todo tienen que estar bajo la lupa y aprobación del INAH.
El acceso y visita a estas zonas en el marco de la celebración del día de muertos fue idea y acuerdo en conjunto entre gobierno municipal y la Parroquia de San Francisco, mientras que los estudiantes del tecnológico Mario Molina fueron los encargados de adornar en este día en especial.
“Me trae tantos recuerdos”
Las personas no dudaron en responder a la invitación de conocer y visitar el lugar, niños, jóvenes y adultos caminaban entre los estrechos pasillos para luego encontrarse con el hermoso patio central del lugar, “Que bonitos recuerdos” señala una señora que observa con cierto aspecto de añoranza el panorama.
A medida que caía la noche, el número de personas aumentaba, algunos lo hacían porque a esa hora salían de sus trabajos, otros, porque decían le daba un encanto distinto visitar un lugar que ha estado cerrado por años y donde tantas historias se contaron de noche.
Al salir, los visitantes salían sonriendo y platicando entre sí, “ojalá lo abrieran más seguido”, “ojalá ya lo hicieran centro cultural”, “ojalá ya se pusieran de acuerdo”, “ojalá, que no pase mucho tiempo para poder regresar”.