Por Óscar Rivera
¡Hola! Una vez más, comparto con ustedes una reflexión, análisis, impresión o crítica, según prefieran llamarla. En esta ocasión, abordaré el tema del regreso de Trump a la Casa Blanca. ¿Qué se espera? Así como el misterio y preocupación acerca de su llegada.
En un giro que ni los más creativos guionistas de Hollywood hubieran imaginado, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha dejado atónitos a propios y extraños. Sí señoras y señores, el magnate que ha protagonizado una saga de escándalos judiciales, desde la toma del Capitolio hasta el manejo inapropiado de documentos clasificados, vuelve al ruedo con una sonrisa triunfante y una mayoría republicana que le respalda en ambas cámaras. ¿El ingrediente secreto de su victoria?, los votantes hispanos, en particular los hombres, quienes decidieron darle el espaldarazo al polémico empresario, inclinando la balanza a su favor en un momento crítico y dando un golpe de efecto a la narrativa de los últimos años.
Pero, mientras Trump celebra su retorno, la pregunta que resuena con fuerza en las calles y hogares de millones de migrantes es: ¿Qué nos espera ahora? Las respuestas no son alentadoras. Si algo dejó claro su primer mandato fue su postura inflexible sobre inmigración: desde la separación de familias en la frontera hasta la implementación de un sistema de asilo casi impenetrable y la construcción de su icónico muro. La expectativa entre la comunidad migrante es, pues, un cóctel de ansiedad y escepticismo.
Se espera que las políticas migratorias se endurezcan aún más. Posibles medidas incluyen un retorno a las redadas y deportaciones masivas, el refuerzo de restricciones en los procesos de asilo y la reactivación de proyectos como el muro fronterizo. Y, como si esto fuera poco, la mayoría republicana en el Congreso podría darle carta blanca para implementar estas políticas sin trabas significativas.
Mientras tanto, líderes de otros países, incluida Claudia Sheinbaum en México, no han tardado en expresar su postura crítica, llamando a un diálogo internacional para proteger los derechos de los migrantes y reforzar la cooperación bilateral. Pero, ¿bastará esto para contrarrestar las medidas de un presidente que ha mostrado pocas señales de moderación? Solo el tiempo lo dirá.
La pregunta que ahora resuena es: ¿qué significa esto para el país y, más aún, para el mundo? Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México, ha respondido con la cautela que caracteriza a los políticos cuando la tormenta se avecina: reconociendo el resultado, pero con una ceja levantada que dice más que mil palabras. Porque, después de todo, ¿qué puede hacer México más que prepararse para un nuevo capítulo en la montaña rusa bilateral?
Y si creen que la elección fue la película principal, permítanme recordarles los cortos: los juicios de Trump. En un acto de malabarismo que podría dejar boquiabierto a cualquier circo, el Departamento de Justicia de Estados Unidos. analiza cómo cerrar esos pendientes legales antes de que el presidente entrante tome posesión, para evitar el espectáculo de un mandatario que lidia con tribunales entre discursos de Estado.
Hay otro actor que ha protagonizado los discursos de Trump y sus seguidores: los gobiernos de izquierda que, según ellos, buscan “dominar” a Estados Unidos. Este discurso, cargado de confrontación política, se ha repetido como un mantra en cada mitin y debate, que sembró el miedo y movilizó a los votantes más conservadores. Gobiernos como los de México, Chile o incluso India, han sido pintados como enemigos en potencia, cuando en realidad, su búsqueda de autonomía y decisiones soberanas no es más que el intento legítimo de desmarcarse de la histórica influencia estadounidense.
Es curioso cómo Trump y su maquinaria mediática utilizan estos argumentos para enraizar la idea de que cualquier país que busque una política independiente es una amenaza. La realidad es que esta imagen simplificada de “dominación” responde a la necesidad de desacreditar a aquellos que buscan tomar sus propias decisiones sin la venia de Washington. Pero cuidado: proyectar a estos países como villanos es una herramienta para mantener una narrativa de superioridad y poder, más que un análisis real de geopolítica.
Mientras tanto, los migrantes que han seguido con atención cada promesa de campaña de Trump, desde la construcción del muro hasta el endurecimiento de las leyes de asilo, observan con preocupación lo que podría significar esta nueva era. Trump ha hecho del miedo su aliado, tanto dentro como fuera de su país, y su retorno promete agitar aún más las ya turbulentas aguas de la política migratoria.
La mayoría republicana en el Senado y la Cámara de Representantes refuerza la sensación de que estamos a punto de revivir los años de políticas de “América Primero” pero con esteroides. Y mientras muchos en Latinoamérica se preguntan si sus gobiernos deberán preparar más respuestas diplomáticas con tonos exasperados, Trump se relame, listo para soltar otro tuit cargado de exclamaciones.
Esta nueva era promete más fuegos artificiales que un 4 de julio y más giros de trama que una serie de Netflix. Prepárense, porque este capítulo apenas comienza.