Por Oscar Miguel Rivera Hernández
¡Hola! nuevamente, aquí compartiendo una reflexión, análisis o impresión sobre lo que está sucediendo con el intento de “Alito” Moreno de perpetuarse en la dirigencia del PRI. La crisis interna que vive el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no es un secreto para nadie. Desde la elección de Alejandro Moreno Cárdenas como presidente nacional en 2019, el partido ha visto una serie de decisiones controversiales que han debilitado su estructura y sembrado la discordia entre sus militantes. La reciente reforma del artículo 178 de los Estatutos del PRI, que permite la reelección en la Presidencia y Secretaría General, ha sido la gota que ha colmado el vaso para muchos líderes históricos de ese partido, quienes ven en esta maniobra un intento desesperado de perpetuar el poder de “Alito” Moreno, a expensas de la integridad y democracia interna del partido.
Entre las voces críticas más prominentes se encuentran expresidentes del partido como Pedro Joaquín Coldwell, Enrique Ochoa Reza, Dulce María Sauri Riancho, Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes Rangel, así como numerosos exgobernadores y militantes activos. Estas figuras han señalado que la reforma estatutaria no solo es ilegítima, sino que también representa un peligro para la supervivencia del PRI como una entidad política relevante en el panorama mexicano.
Alejandro Moreno, sin embargo, ha respondido a estas críticas descalificando a sus opositores, alegando que muchos de ellos no forman parte de la militancia activa del partido. Esta afirmación recuerda el polémico episodio de 2021, cuando numerosos priistas fueron eliminados del padrón de militantes sin previo aviso, una acción que generó un gran malestar y desconfianza entre sus miembros. De hecho, según afirman algunos militantes, varios han sido borrados del padrón de manera indiscriminada, disminuyendo considerablemente el registro, al margen de todos aquellos que han renunciado, que también es un número a considerar.
Este debilitamiento estructural del PRI ha sido aprovechado por la facción opositora dentro de ese partido, que ha formado el Frente Amplio de Renovación (FAR). Este grupo, compuesto por exdirigentes y militantes críticos, ha lanzado un manifiesto en el que llaman a la militancia a impedir la reelección de Moreno y denunciar las irregularidades en el proceso de convocatoria y elección de delegados para la Asamblea Nacional. La FAR argumenta que la asamblea celebrada el 7 de julio de 2024 fue ilegítima y caracterizada por la falta de transparencia, imposición de propuestas y exclusión de voces disidentes.
Dulce María Sauri, una de las voces más contundentes en contra de Moreno, ha sido clara en sus críticas, señalando que la omnipresencia de Moreno es un lastre para el partido y advirtiendo que su permanencia en el poder podría llevar al PRI a su extinción. Sauri y otros líderes opositores han dejado claro que están dispuestos a llevar su lucha al Instituto Nacional Electoral (INE) y, de ser necesario, al Tribunal Electoral del Poder Judicial para asegurar que se respete el espíritu democrático del partido.
La realidad es que el PRI enfrenta un momento crucial en su historia. La insistencia de Alejandro Moreno en mantenerse en el poder, sin oír las voces críticas y minimizando la importancia de una militancia activa y comprometida, está llevando al partido a un callejón sin salida. La reelección de Moreno no solo contraviene los principios históricos del PRI, sino que también socava la confianza de los militantes en sus líderes y en la capacidad del partido para renovarse y adaptarse a las demandas políticas y sociales del México contemporáneo.
La gestión de Alejandro “Alito” Moreno ha sido una de las más perjudiciales para el Partido Revolucionario Institucional (PRI), llevándolo a la peor crisis en décadas. El intento de reelegirse es una muestra de ambición personal o de grupo, colocándose por encima del interés de su partido. Esta medida podría ser el último puño de tierra en el sepulcro del PRI, marcando un punto de no retorno en su ya delicada situación.
Además, esta decisión traiciona parte de la esencia del PRI y sus luchas antagónicas, destruyendo su institucionalidad y convirtiéndolo en una franquicia personal. El partido, que alguna vez fue un baluarte de la política mexicana, se ve ahora amenazado por la centralización del poder en una sola figura, desdibujando su supuesta misión original y su razón de ser.
Varias voces internas han alertado sobre las graves consecuencias de permitir la reelección de “Alito” Moreno. Desde que asumió el cargo de la presidencia del partido, su liderazgo ha sido cuestionado por convertir al PRI en una herramienta de sus propios intereses. De continuar por este camino, podría llevar al partido a su extinción antes de las elecciones de 2027, privando a México de una fuerza política que, a pesar de sus errores, ha sido parte integral de su historia.
Para terminar, las críticas hacia Alejandro Moreno se centran en su intento de perpetuarse en el poder a costa del debilitamiento del PRI. Voces influyentes dentro y fuera del partido coinciden en que su reelección podría ser fatal para el futuro del partido, y que sus acciones responden más a intereses personales que al bien común de la institución política. La perpetuidad en el poder, especialmente cuando se logra a través de maniobras cuestionables y sin el respaldo legítimo de la militancia, solo puede conducir a un mayor debilitamiento y fragmentación.