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Opinión

Mi amigo el Gordo

SUMARIO

Por Gustavo González Godina

Le voy a contar un pedacito de mi vida, a propósito de los días que corren. Lo que dijo mi compañero y amigo Ramón Muñoz de Loza en la misa de cuerpo presente de su señora madre, el miércoles de la semana pasada en el santuario del Señor de la Misericordia, muy emotivo, y que se publicó luego en la edición anterior del Semanario 7 días con el título “Que regrese mamá”, me provocó estos recuerdos y me motivó a compartirlos.

En 1967 cuando llegué de mi pueblo a la capital tapatía, conocí a varios amigos, pobres todos, como yo, que vivían en el oriente de la ciudad. El mejor de todos era Arturo López Macías, gordito Él, a quien no nos conformamos con apodarle El Gordo, sino que más adelante le llamamos el “Tambochón”. Era un tipo extraordinario, además de muy inteligente, educado, respetuoso, incapaz de pelearse con nadie, ni siquiera de decir alguna de las groserías comunes que usábamos los demás.

Convivimos durante 7 años (jugábamos póker, fumábamos Baronet y bebíamos Bacardí, aunque ni siquiera habíamos llegado a la mayoría de edad), éramos Él, otro gran amigo que se llama José Durán, y uno más del que no voy a mencionar su nombre porque hace tres meses me dijo que ya no somos amigos. En 1974 me fui a Veracruz y los perdí de vista durante 17 años, tiempo en el que me dediqué a trabajar en dos periódicos en los que fui de todo, desde voceador hasta director la mayor parte, 9 años dirigí El Diario del Sur en la ciudad de Acayucan en el sur del Estado, hasta que un día me llamó mi amigo que ya no es mi amigo y me invitó a regresar a Guadalajara.

Me dijo que decía Gonzalo Leaño que qué chingaos andaba yo haciendo tan lejos trabajando en otro periódico, estando aquí el Ocho Columnas del que era Él director y dueño, que me viniera a darle acá como corresponsal en la región de Los Altos de Jalisco con oficinas en Tepatitlán y acepté. Le di pues las gracias a mis patrones que vivían en Xalapa, Ángel Leodegario “Yayo” Gutiérrez y Yolanda Carlín Roca, quienes me invitaron a cenar en su casa como despedida, donde me dijo el Licenciado Yayo que lamentaba que me fuera, pero que si algún día, por azares del destino decidía yo regresar, que las puertas de su casa y de su empresa estarían siempre abiertas para mí.

Con esa gran satisfacción me regresé a Guadalajara en 1991 y de ahí a Tepatitlán. Me reencontré con mis amigos, con los ya mencionados qua ya no eran tan pobres, y con otros que nunca lo fueron porque sus familias tenían suficiente dinero, como Rubén Camberos y Toño Aldama, ingeniero uno y abogado el otro, con Carlos Guerrero, Miguel Ángel Parra y con el dentista Enrique Castañeda, que nunca fue ni rico ni pobre, pero sí un gran amigo. Me dio mucho gusto volverlos a ver, especialmente a Durán y al “Tambochón”.

Diez años después murió mi ex patrón Yayo Gutiérrez, y su esposa Yolanda Carlín me llamó al poco tiempo para preguntarme si no me gustaría regresar a Xalapa y ayudarle con otro periódico que había fundado su marido, el Diario Política, pero acabábamos de echar a andar el Semanario 7 días y le dije que no, que muchas gracias, que tal vez más adelante. En el 2004 lo pensé bien y me fui a fundar una revista en Acayucan y luego a dirigir, primero El Diario del Sur otra vez, y luego el Diario Política en Xalapa, donde permanecí hasta el 2017.

Regresé a Tepatitlán, me jubilé y me encontré una vez más con mis amigos, con Durán, con el “Pocho” Flores Lira y con el “Tambochón” entre otros. Un día me topé con éste en una calle de Zapopan y lo vi muy decaído. ¿Qué te pasa Gordo? le pregunté. “No pues… es que estoy enfermo, me dijeron que tengo el corazón muy crecido y que eso no tiene remedio, en cualquier momento me voy a pelar. Ya ni para juntarnos a conbeber, porque me prohibieron fumar y pistear”.

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Me dio tristeza, pero qué le podía decir… excepto que no se iba a morir ni antes ni después de que Dios quisiera. En el 2020, más o menos un año después de este encuentro, nos volvimos a topar y lo vi de nuevo agüitado, más que antes. ¿Y ahora qué, Gordo? “Pues… es que me detectaron un tumor en los pulmones, y por tener el corazón crecido no me lo pueden operar”. Mmm… -le dije- y tú sin fumar y sin beber, de qué te ha servido… “Sí ¿verdad? -me contestó animado-, vente, vamos por una botella de Herradura y por una cajetilla de Marlboro y que sea lo que Dios quiera”.

Y así continuó con su vida casi normal, fumando y pisteando como si nada, solo se fatigaba muy pronto al caminar, pero seguía trabajando en la supervisión de varias casas de empeño que tenían sus hermanos, era una especie de jefe de Recursos Humanos de la empresa, les resolvía problemas de tipo laboral, contrataba y despedía gente, les pagaba… yo lo acompañé varias veces a pagar, hacía un recorrido que le llevaba casi todo un día por diferentes rumbos de la ciudad. No le iba mal económicamente, además de que no desatendía un par de establecimientos de libros usados que tenía, uno en el centro de Guadalajara y otro en el centro de Zapopan. Era un tipo sumamente culto, leía cuanto ejemplar caía en sus manos, además de muy inteligente, yo lo admiraba, respetaba y lo quería mucho, tanto así que, si tenía alguna duda acerca de mis creencias religiosas, iba a su casa, se la planteaba y Él me la resolvía de inmediato.

Y así… incluso algunos sacerdotes iban a su casa a consultarle algo, era un sabio. Y nunca ocupó cargo alguno, no fue docente, no tenía ni siquiera una carrera profesional, pero de Él aprendí más que de nadie. Por eso el 13 de agosto de 2022, cuando me avisaron que le había dado un infarto manejando su carro mientras regresaba de haber ido a desayunar menudo después de asistir a misa, sentí un gran dolor, mi amigo el “Tambochón” se había ido para siempre. Al dar vuelta a la izquierda para entrar al fraccionamiento donde vivía, se lo llevó Dios. Solo alcanzó a decir “llamen a un cura” después de estrellarse su auto contra varios otros estacionados. Su yerno fue rápido por el sacerdote, pero cuando éste llegó, mi amigo el Gordo ya se había ido.

Aún me duele. Era mi mejor amigo en Guadalajara. Nos conocimos a los 14 años de edad y lo perdí 55 años después. El martes de esta semana, 13 de agosto, asistimos a una misa en el segundo aniversario de su fallecimiento. Descanse en paz.

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