Por Oscar Miguel Rivera Hernández
En ocasiones da flojera hablar de ciertas figuras públicas, aunque no puedo dejar de reconocer que hay personajes de los que es divertido hablar. Pero personajes como Javier Milei, Elon Musk o Donald Trump, entre otros, parecen empeñados en monopolizar la atención mediática con sus excentricidades, declaraciones polémicas y decisiones cuestionables. Sin embargo, su constante presencia en redes sociales y en los titulares de prensa nos obliga a prestarles atención, no porque lo merezcan, sino porque sus acciones tienen consecuencias reales para millones de personas. Y en el caso de Milei, presidente de Argentina, esas consecuencias son cada vez más graves.
Recientemente, Milei se envolvió en un escándalo que, aunque no debería sorprendernos, resulta algo indignante, principalmente por ser quien es. El mandatario argentino, quien ha convertido a Twitter como parte de su plataforma de gobierno, publicó un tweet promocionando una criptomoneda privada. Según él, esta moneda digital destinaría fondos para emprendimientos en Argentina. Sin embargo, este proyecto cayó en un desastre. La criptomoneda, conocida en el mundo de las finanzas como una “shitcoin” (moneda basura), aumentó su valor de manera artificial, enriqueciendo a sus desarrolladores, para luego desplomarse. El resultado, es que más de 44,000 inversores perdieron 80 millones de dólares en menos de una hora.
Aquí no estamos hablando de un simple error de cálculo o de una mala decisión. Estamos hablando de un presidente que, desde su cuenta de Twitter, promovió una estafa piramidal que dejó en la ruina a miles de personas. Entre los afectados se encontraban seguidores suyos, incluyendo a influencers y propagandistas del gobierno. Milei, el autoproclamado defensor de la libertad y el capitalismo, demostró una vez más que su verdadero interés no es el bienestar de los argentinos, sino el enriquecimiento de unos pocos a costa de lo que sea.
La verdadera estafa de Milei no es esta triquiñuela financiera, sino la política económica que ha venido aplicando desde que asumió el poder. Bajo su mandato, Argentina ha vivido un aumento en la inflación, una devaluación brutal de la moneda y un deterioro generalizado de las condiciones de vida de la población. Y lo peor es que, a pesar de las cifras oficiales que intentan maquillar la realidad, los datos muestran que la situación es mucho más grave de lo que el gobierno quiere admitir.
Por ejemplo, Milei celebró recientemente una inflación del 2.2% en enero, la más baja desde 2020. Sin embargo, numerosos gremios y expertos han denunciado que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) utiliza una metodología desactualizada para calcular la inflación, basándose en una canasta de precios que no refleja la realidad actual. En otras palabras, los números oficiales son un “dibujito”, como lo han llamado algunos, diseñado para mantener la ilusión de que las políticas de Milei están funcionando, pero la realidad es que, según análisis independientes, la inflación acumulada durante los primeros 14 meses de su gobierno ronda el 179.3%.
Comparando, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner necesitó casi cinco años para acumular una inflación similar. Y aunque es cierto que la inflación ya era un problema antes de Milei, su gestión no ha hecho más que agravarlo.
Además de la inflación, otros indicadores económicos también generan preocupación. Las reservas en dólares del país se han desplomado, el riesgo país ha aumentado y el consumo ha caído a niveles considerables. Si a esto, le sumamos los despidos masivos, los cierres de fábricas y las bancarrotas empresariales. Damos cuentas de que la economía argentina está a punto de caer en un colapso, y las políticas de Milei no hacen más que acelerar ese proceso.
Pero Milei no está solo en este circo, su admiración por Donald Trump, otro líder populista de ultraderecha, lo ha llevado a imitar sus peores prácticas. Trump, a pocos días de asumir el cargo por segunda ocasión, retiró a Estados Unidos de importantes acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París sobre el cambio climático y la Organización Mundial de la Salud. Milei, siguiendo los pasos de su ídolo, ha adoptado una retórica similar, despreciando todo lo que huela a progresismo.
Desde luego, que esta alineación con Trump no ha traído ningún beneficio para Argentina, por el contrario, el gobierno de Javier Milei ha tenido que enfrentar los aranceles impuestos por Estados Unidos a las importaciones de acero y aluminio, lo que ha afectado gravemente a empresas argentinas. A pesar de todo el servilismo mostrado por Milei hacia Trump, Argentina no ha recibido ningún trato preferencial. Al final, como siempre, los más perjudicados han sido y seguirán siendo, la clase trabajadora y en lo general, la economía nacional.
Lo que estamos viendo en Argentina es el resultado de un gobierno que prioriza la ideología sobre la realidad, la retórica sobre los hechos y el enriquecimiento de unos pocos sobre el bienestar de la mayoría. Milei, con sus políticas económicas desastrosas, no es más que un eslabón más en la cadena de líderes populistas (de derecha) que prometen soluciones mágicas y terminan hundiendo a sus países en la miseria. Mientras tanto, los argentinos seguirán pagando el precio del imperialismo de su mandatario, con una inflación ante la incompetencia y la desfachatez de quienes deberían estar trabajando por el bien.
Analizando esto, recordemos que la historia nos enseña que los pueblos tienen un límite, y cuando ese límite se alcanza los Milei, los Trump y todos esos hombrecitos de ultraderecha terminan siendo barridos por la marea de la historia. Ojalá ese momento llegue pronto, no tan solo para Argentina, sino para el pueblo Yanqui, para los países europeos, quienes están adentrándose en esas mismas dinámicas.