Por Oscar Miguel Rivera
¡Hola! Una vez más comparto con ustedes una reflexión, análisis, impresión o crítica, según prefieran llamarla. En esta ocasión, abordo el problema que existe en educación en el estado de Jalisco y la incógnita y desacuerdo con el nombre que se escucha sobre la designación del nuevo secretario de Educación.
La educación en Jalisco vive, una vez más, un episodio digno de una tragicomedia. Estamos a una semana de que Pablo Lemus tome las riendas del estado y, como si de un misterio de novela barata se tratara, aún no sabemos quién será el próximo secretario de Educación. Aunque, claro, los rumores apuntan a Juan Carlos Flores Miramontes, el actual titular. ¿Por qué no? Si algo nos encanta es perpetuar lo que no funciona.
El magisterio está que arde, dividido entre la resignación y la indignación. Y no es para menos, porque si algo nos dejó el gobierno de Enrique Alfaro, además de sus selfies y discursos grandilocuentes, fue un legado educativo en ruinas. Literalmente. Las escuelas no tienen ni techos decentes (con excepción de las escuelas, en las que los directivos aprovecharon el programa federal, “La escuela es nuestra”), pero eso sí, programas como Recrea están blindadísimos. Porque, al parecer, es más importante proteger los intereses de la iniciativa privada que garantizar espacios dignos para los estudiantes.
¿Escuelas dignas? Aquí en Jalisco manejamos otro concepto. Hay planteles que llevan años en reparaciones eternas, con presupuestos que desaparecen más rápido que la paciencia de los docentes. En ese lapso, las comunidades educativas hacen malabares para evitar que la matrícula desaparezca. Pero, al final, cuando por fin se inaugura la supuesta “nueva escuela”, resulta que no es tan nueva. No, señores, porque aquí también reciclamos, aunque no precisamente por amor al medio ambiente. Reutilizamos materiales de dudosa calidad, como si el futuro de los estudiantes no dependiera de esas aulas.
Pero el desdén no acaba ahí. Las reasignaciones presupuestales parecen una mezcla entre magia negra y mala planeación. Y mientras tanto, las escuelas siguen sin techos, las aulas sin luz, y los maestros sin personal suficiente. Todo esto, claro, mientras Alfaro asegura que el modelo educativo de Jalisco es “el mejor de México”. Seguro lo es… pero solo en su imaginación.
Vamos a desmenuzar esta maravilla: Los docentes tienen que vivir con el suspenso de saber si este mes podrán pagar sus cuentas a tiempo, ya que constantemente se tienen problemas de pago.
Hay escuelas donde los grupos parecen reuniones multitudinarias porque no hay suficientes maestros, por lo que otros compañeros, deben convertirse en bi o multidocentes.
En lugares como Tlajomulco y Zapopan, las aulas están tan llenas que parece que quieren batir récords de hacinamiento.
Las tablets y computadoras entregadas a sobreprecio se descomponen antes de que los estudiantes aprendan a usarlas. Y la famosa “Red Jalisco”… bueno, mejor contraten su propio internet. Las “laptops” así anunciadas por el gobierno de Enrique Alfaro, no son más que unas Chromebook, maquinitas con muchas limitaciones y que requieren forzosamente de internet, y con lo que acabamos de decir del “excelente servicio de RedJalisco”, pues mejor ni hablamos, más de ellas.
Ahora, todos los ojos están sobre Pablo Lemus. El nuevo gobernador tiene en sus manos la oportunidad de romper este ciclo de negligencia y simulaciones. ¿Pero lo hará? Su perfil como empresario y su cercanía con la iniciativa privada no inspiran demasiada confianza. No olvidemos que, en Jalisco, la educación parece ser más un negocio que un derecho, al margen de aquellos grupos que están haciendo presión para que se tenga una continuidad con Juan Carlos Miramontes.
Por una parte, el sindicato de maestros busca un secretario “a modo” que priorice sus intereses sobre las necesidades del sistema educativo.
El grupo conservador: Este sector busca mantener el control sobre los contenidos educativos y asegurar que la educación continúe siendo un negocio redituable para actores privados.
La Universidad de Guadalajara: Con una histórica influencia en la educación superior, la UdeG también ha mostrado interés en extender su control hacia la educación básica.
El próximo secretario de Educación debería ser alguien que no solo entienda las necesidades del magisterio, sino que también tenga la capacidad de enfrentarse a las estructuras de poder que han asfixiado al sistema educativo. Alguien que no vea a las escuelas como simples edificios, sino como espacios donde se construye el futuro de Jalisco.
Por el bien de los estudiantes, docentes y familias, esperemos que esta vez la elección del secretario de Educación no sea como comprar un boleto de lotería. Ya es hora de que la educación deje de ser un espectáculo de improvisaciones y promesas rotas. Porque si seguimos por este camino, lo único que estaremos enseñando a las futuras generaciones es cómo sobrevivir al desastre… y eso, tristemente, ya lo están aprendiendo muy bien.