Por Oscar Miguel Rivera Hernández
En materia de política internacional, las decisiones de quienes lideran a cada país pueden tener consecuencias considerables, no solo para sus países, sino también para las relaciones con otros a nivel global. Recientemente, tres situaciones han evidenciado cómo las estrategias diplomáticas, las decisiones impulsivas y las posturas polarizadas pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Por un lado, la negociación entre México y Estados Unidos, liderada por la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump, demostró que el diálogo y la cooperación pueden evitar crisis económicas. Trump amenazó con imponer aranceles del 25% a productos mexicanos, lo que habría afectado gravemente a la economía mexicana. En lugar de responder con confrontación, Sheinbaum optó por el diálogo y logró un acuerdo que benefició a ambas naciones. México se comprometió a reforzar su frontera con 10,000 elementos de la Guardia Nacional para frenar el tráfico de drogas, mientras que Estados Unidos acordó tomar medidas contra el tráfico de armas de alto poder hacia México. Como resultado, los aranceles se pusieron en pausa por un mes, evitando una crisis económica inmediata.
Este acuerdo demostró que México es capaz de negociar con inteligencia en condiciones difíciles. A diferencia de Canadá, que también cedió ante la presión de Trump con medidas similares, México logró un equilibrio entre firmeza y cooperación. A pesar del estilo agresivo de negociación de Trump, Sheinbaum supo mantener una postura respetuosa y eficaz, logrando resultados positivos para nuestro país. La diplomacia mexicana ha sido clave para evitar una escalada en la guerra comercial, manteniendo el acceso al mercado estadounidense sin ceder soberanía en temas fundamentales.
Esta estrategia también refleja la importancia de la interdependencia económica entre los países, ya que un choque económico afectaría no solo a México, sino también a las empresas y consumidores estadounidenses.
En contraparte, la decisión de Ecuador de imponer aranceles del 27% a productos mexicanos tras el asalto a la embajada de México en Quito, es un ejemplo de cómo las acciones impulsivas pueden tener consecuencias negativas. La incursión en la embajada violó el derecho internacional, y la imposición de aranceles parece más una retaliación política que una medida económica bien pensada. Además, este tipo de decisiones pueden socavar la confianza de los inversionistas y dañar la credibilidad del país en foros internacionales.
Ecuador, con un PIB mucho menor que el de México, depende en gran medida de las importaciones mexicanas. Imponer barreras comerciales solo encarecerá los productos y afectará a los consumidores ecuatorianos. Además, la comunidad internacional ha condenado el asalto a la embajada, lo que podría dañar la reputación de Ecuador y afectar sus relaciones diplomáticas. En lugar de buscar una solución diplomática, el gobierno ecuatoriano ha tomado decisiones que podrían aislarlo aún más. Un enfoque más prudente habría sido el establecimiento de un diálogo diplomático con México, considerando que las sanciones comerciales rara vez benefician a un país pequeño cuando se enfrenta a una economía más grande y diversificada.
El impacto de estas decisiones va más allá de la política bilateral. La comunidad internacional ha manifestado su preocupación por la creciente tendencia de ciertos gobiernos a ignorar las normas del derecho internacional en favor de posturas unilaterales. En el caso de Ecuador, la invasión de la embajada mexicana ha sentado un precedente peligroso que puede afectar la relación con otros países y organismos internacionales. A largo plazo, este tipo de acciones pueden traducirse en sanciones económicas o en la pérdida de apoyo de organismos multilaterales.
Por otra parte, en Argentina, el presidente Javier Milei ha generado un clima de polarización con decisiones y declaraciones bastante polémicas. Su anuncio de que Argentina se retirará de la Organización Mundial de la Salud (OMS), argumentando que la gestión de la pandemia fue un “experimento de control social”, ha generado preocupación en la comunidad internacional. Además, ha propuesto eliminar el delito de feminicidio del Código Penal, alegando que todas las vidas tienen el mismo valor, lo que ha sido criticado por organizaciones de derechos humanos y movimientos feministas.
Milei también ha sido objeto de protestas, especialmente de la comunidad LGBTQ+, tras declaraciones despectivas hacia este colectivo. Además, sus afirmaciones sobre que los nazis eran “comunistas” han sido ampliamente rechazadas por expertos en historia. Estas posturas extremas han generado divisiones dentro de Argentina y han afectado su imagen internacional. Al adoptar una retórica populista y confrontativa, Milei ha socavado la estabilidad interna del país, dividiendo a la población y dificultando la implementación de políticas de consenso.
A nivel económico, las políticas de Milei también han generado incertidumbre. La liberalización abrupta del mercado ha resultado en una devaluación acelerada del peso argentino y en un aumento de la inflación, afectando el poder adquisitivo de los ciudadanos. La eliminación de subsidios y la reducción del gasto público han provocado protestas masivas, ya que muchas familias han visto reducidos sus ingresos y beneficios sociales.
La falta de un plan económico integral y la confrontación con sectores clave de la sociedad pueden llevar a una crisis prolongada que no solo afectará a Argentina, sino también a la región.
Las consecuencias de estas políticas se están sintiendo en toda América Latina. La incertidumbre en Argentina impacta a sus socios comerciales y a los mercados financieros regionales, generando dudas sobre la estabilidad económica del Cono Sur. Las relaciones diplomáticas también se han visto afectadas, con varios países expresando su preocupación por la deriva autoritaria y ultraconservadora del gobierno de Milei.
¿Qué nos dejan estos casos? La política internacional exige inteligencia, paciencia y habilidad para negociar. Un país no puede depender de caprichos o ideas extremas para mantener su estabilidad económica y social. Se necesita planificación y líderes que realmente piensen en el bienestar de su pueblo, no solo en sus propios intereses o los de su partido. La historia nos demuestra que los países que se aíslan o buscan pelear con todos, no prosperan. En cambio, aquellos que construyen buenas relaciones y trabajan en conjunto con otros, logran mejores resultados para su gente y su economía.