Por Gustavo González Godina
Del señor Juan Francisco Ealy Ortiz sólo tengo recuerdos ingratos. Trabajé para Él y sé que es un hombre rico, poderoso, influyente, déspota, prepotente, insensible e injusto. Atropella, pasa por encima de quien sea y de lo que sea para mantener y aumentar sus privilegios, y ahora lo está haciendo por encima de su propia dignidad.
Un poco de historia: Cuando comencé en el periodismo lo hice trabajando para don Rubén Pabello Acosta, fundador y dueño en ese tiempo del Diario de Xalapa, que para hacer crecer su negocio fundó en el Puerto el Diario de Veracruz y en Coatzacoalcos el Diario del Istmo. Enrique Gómez Ramírez, a quien Don Rubén había mandado traer desde Guadalajara para dirigir el proyecto, me invitó a su vez a mí, y así fue como empecé en esto.
Comencé trabajando primero como corrector y luego como reportero para el Diario de Veracruz, a sueldo, y colaborando para el Diario de Xalapa (sin sueldo) y esporádicamente para el Diario del Istmo. Todo iba muy bien, el Diario progresaba y estábamos todos a gusto.
Pero como suele ocurrir con alguna frecuencia, hay hombres de negocios que no tienen en su familia quién se haga cargo de ellos cuando envejecen, y los venden. Don Rubén Pabello le vendió el Diario del Istmo a una agencia de noticias que algo tenía que ver con la revista Proceso, y el Diario de Veracruz a don Francisco Ealy Ortiz.
Con el tiempo vendió también el Diario de Xalapa a la cadena de los soles, la OEM y se retiró del periodismo como una leyenda de éste. Es considerado un veracruzano ilustre, al que le pusieron una estatua en la Avenida Xalapa. Pero para el caso que nos ocupa, el señor Ealy Ortiz le cambió de nombre al diario recién adquirido y le llamó el Universal de Veracruz.
Mandó para dirigirlo a uno de los hermanos Cárdenas, a Paulino, que nos trataba a los reporteros y fotógrafos a mentadas de madre, era el Hernán Cortés que venía de la metrópoli y nosotros los simples vasallos de su majestad el virrey don Ealy Ortiz, qué podíamos esperar…
Como administrador mandó a un sujeto de cuyo nombre no quiero acordarme, porque me enferma recordar que si algún empleado se enfermaba y faltaba a trabajar le descontaba el día, y por supuesto que se negaba a pagarle algún medicamento. De afiliarnos al Seguro Social ni hablar. Y ahí empezaron los problemas.
Éramos jóvenes y nos rebelamos ante la injusticia. Organizamos un sindicato para exigir un mejor trato y ahí fue cuando la cosa se puso más fea que la noche en que se perdió la cochina. Yo era el secretario general y cuando teníamos todo listo para registrarlo, nos dijeron que teníamos que afiliarlo a alguna central obrera.
Viajamos del Puerto de Veracruz a la capital Xalapa, y ahí el dirigente estatal de la CTM nos dijo que en tres días estaría listo nuestro registro. Se llamaba Sebastián Guzmán Cabrera el hijo de su tal por cual (y que Dios lo tenga de donde no se venga). Lo que estuvo listo, no en tres días, sino al día siguiente por la noche, fue la llegada a las oficinas del Diario de dos enviados del señor Ealy Ortiz, uno de ellos de apellido Santoscoy, acompañados de policías para ponernos de patitas en la calle. A mí el primero porque era el líder, luego salió Oscar Pedro Reyes, después Alma Elena Gutiérrez y así uno tras otro de los once integrantes de la directiva.
Nos fuimos a reunir a la casa de alguno y ahí recibimos la llamada de uno de los 32 sindicalizados que se habían quedado dentro del Diario. ¿Qué hacemos? -preguntó. ¡Pues nada, no hagan nada, no trabajen! Así lo hicieron y… ¡a mingar a su chadre todos!, los sacaron con la policía. 43 trabajadores fuimos despedidos porque queríamos un mejor trato del patrón don Juan Francisco Ealy Ortiz, a quien Guzmán Cabrera le avisó de la formación del sindicato, supongo, de lo contrario no traería Santoscoy la lista de la directiva en orden.
Luchamos. Salimos a las calles, marchamos, protestamos, gritamos, exigimos justicia, brincamos y volvimos a caer donde mismo, nada logramos y así la mayoría de los despedidos fueron abandonando la lucha, tenían que trabajar en algo más para comer. Meses después, casi un año después, cuando ya sólo quedábamos en pie de lucha los directivos y no todos, nos mandaron llamar del Palacio de Gobierno en Xalapa a donde fuimos creo que cinco.
Llegamos a la Subsecretaría de Gobierno, desde donde se manejaba entonces la política interior del Estado, y el titular, un sujeto de apellido Olivares, ya viejo, me recibió sólo a mí para advertirme:
– “Oiga, le están buscando ustedes mangas al chaleco. No saben a quién se están enfrentando, se trata del licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, compadre del licenciado Luis Echeverría Álvarez, o sea, se están poniendo con Sansón a las patadas, ¿me entiende…?
– ¿Y -le contesté con una pregunta como hacen los idiotas- qué quiere que hagamos, que dejemos de protestar? (ya se había ventilado el conflicto por lo menos en un medio nacional), y si no abandonamos ¿qué?, ¿qué nos van a hacer?, ya nos quitaron todo, nuestro trabajo, nuestro sustento, el sustento de nuestra familia. Nos queda sólo la vida y nuestra libertad, ¿nos van a meter a la cárcel?, ¿acusados de qué?, ¿nos van a matar?, no lo creo, pero usted dígame…
– Pues yo sólo lo llamé pare decirle que se está metiendo usted en honduras. Cuídese y que le vaya bien -me dijo el alto funcionario y eso fue todo. Pero con eso me estaba diciendo que el señor Ealy Ortiz era un hombre rico, poderoso e influyente, lo de déspota, prepotente, insensible e injusto ya lo estaba yo viviendo en carne propia.
Tuvo nuestra lucha un buen final. Como no pudieron asustarnos, una semana después nos llamaron a la Junta de Conciliación, a donde acudimos los ocho que quedábamos dando lata, y nos liquidaron conforme a la ley.
Eso pinta de cuerpo entero a don Francisco Ealy Ortiz, cuyo influyente periódico El Universal fue hasta hace unos días baluarte en la lucha contra la 4-T, es decir, contra la destrucción de México; pero por algún motivo algo sospechó o intuyó que va a seguir en el poder López Obrador y decidió alinearse.
Ahora su hija María Teresa es la coordinadora nacional de SUMA Jóvenes, grupo de apoyo a Claudia Sheinbaum, y en las páginas de El Universal se publicó en días pasados una encuesta que le da a la candidata de Morena 50 puntos de la preferencia electoral, por 20 que dice tiene Xóchitl Gálvez, lo que evidentemente es falso, no es más que una estrategia de la que ya hablaba Sun Tzu en El Arte de la Guerra en la antigua China: Debes ganar la batalla antes de entrar en ella. Eso es todo, es propaganda, quieren desanimar a los votantes, pero la Sociedad Civil, volcada en las Redes Sociales, dice todo lo contrario. Xóchitl tiene tantas posibilidades de ganar como Claudia.