Por Gustavo González Godina
Las mafias del narcotráfico (mexicanas las más poderosas en la actualidad) gobiernan países enteros. Y si algún candidato presidencial se propone combatirlas cuando llegue al poder, lo asesinan.
El recurso (asesinarlos) fue inaugurado por los narcotraficantes colombianos en 1987, cuando el 11 de octubre mataron a Jaime Pardo Leal, candidato presidencial de la Unión Patriótica.
Tres años después, en las elecciones presidenciales de 1990, fue asesinado Bernardo Jaramillo Ossa, candidato también de la Unión Patriótica, éste en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, por un sicario de 16 años de edad, por órdenes del narcotraficante Pablo Escobar.
Ese mismo año se perpetró otro atentado mortal contra el candidato Luis Carlos Galán, quien se perfilaba como el más posible ganador de la contienda electoral en Colombia. También por órdenes del narcotraficante Pablo Escobar.
La moda del magnicidio pasó luego a México, donde el 23 de marzo de 1994 asesinaron al candidato del PRI Luis Donaldo Colosio en Tijuana. Ese miércoles -dicen las crónicas- México empezó a cambiar. El país entró en un proceso de violencia que, 25 años después, todavía no cesa.
Al año siguiente, en 1995 fue asesinado en Colombia Álvaro Gómez Hurtado, del Movimiento de Salvación Nacional, quien fue aspirante presidencial en tres ocasiones. Resultó muerto en un atentado el 2 de noviembre en Bogotá.
Y el caso más reciente, hace unos días Fernando Villavicencio, candidato a la Presidencia de Ecuador, fue asesinado el 9 de agosto en Quito la capital. Días antes había dicho que estaba amenazado de muerte por el Cártel de Sinaloa.
Al presidente de México Andrés Manuel López Obrador no le gustó que se culpara a sus amigos del Cártel de Sinaloa, y esto fue lo que dijo al día siguiente al respecto: “Hay que actuar con mucha responsabilidad, con mucha seriedad. No culpar a la ligera a nadie, esperar las investigaciones”.
Hace cuatro años la red social entonces llamada Twitter y ahora X, canceló mi cuenta luego de una publicación que hice, que al respecto decía: “El narcotráfico en México empezó imponiendo a alcaldes en los municipios, continuó imponiendo a diputados locales y federales, y siguió imponiendo a gobernadores, hasta que llegó a la Presidencia de la República”.
Y agregaba el tuit un dato más molestoso aún, creo, decía: “Y ojo con las Islas Marías (que se cerraron como prisión para ser convertidas en un “centro cultural”), que son un inmejorable punto estratégico en el Pacífico para el trasiego de la droga”.
Hoy lo recuerdo, lo repito, y reconfirmo mi sospecha de que el narcotráfico llegó a la Presidencia de la República en México. Más que nada con la intención de sugerirles a los candidatos a la presidencia de la República, a los de la oposición o independientes (Morena no es un partido político, es un grupo delictivo) que ni se les ocurra mencionar que de ganar van a hacer algo contra la mafia, porque no vivirán para contarlo.
Por lo demás, los mexicanos tendremos que seguir soportando, sufriendo (y muriendo algunos) la barbarie de ser gobernados por un grupo delincuencial, a cuyo presidente lo mismo le da el asesinato de 9 personas de la familia LeBarón (tres mujeres y seis niños) en los límites de Sonora y Chihuahua, que la ejecución de dos ancianos sacerdotes jesuitas en la sierra de Chihuahua; que la más reciente masacre de ocho jóvenes que trabajaban en un Call Center en Zapopan; o lo ocurrido esta semana en Poza Rica, donde el lunes fueron encontrados restos humanos de al menos 13 personas
Ya el año pasado le habían dejado nueve cadáveres en la carretera de Isla a Cosamaloapan al secretario de Gobierno Erick Cisneros, “para que deje de estar apoyando al Cártel de Sinaloa y a los Chivos”, y para que vea que en la Cuenca del Papaloapan quien manda es el Cártel de las cuatro Letras.
Y lo más reciente: Nueve jóvenes desaparecidos aquí nomás en Lagos de Moreno, cinco varones de esa ciudad y cuatro muchachas de Encarnación de Díaz. Ya se supo lo que les pasó a los cinco jóvenes, los levantaron, los torturaron, los obligaron a golpearse unos a otros (en un video se ve a uno degollando a otro) y les dieron muerte. Y no conformes con todo lo anterior, enviaron videos de todo lo que les hicieron a sus familiares. De las cuatro muchachas de La Chona aún no se sabe nada.
Fue terrible, terribilísimo lo que les pasó a estos muchachos, pero más aún -dan náuseas y ganas de vomitar- la reacción del presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, cuando le preguntaron acerca de esto en la Mañanera: Se puso la mano derecha en la oreja del mismo lado para simular que no escuchaba, y luego hizo lo mismo con la mano y la oreja izquierdas, y contó un chiste “ayer me dijo un hombre que su mujer le dijo que necesitaba 200 pesos y él hizo como que no escuchó, luego le dijo que se lo dijera por el lado izquierdo, ‘que qué’, ‘que necesito que me des 500 pesos’, no pues mejor los 200 (ya escuchó por el lado derecho). Mejor ya vámonos a desayunar”, dijo riéndose, supongo que de los muchachos asesinados en Lagos de Moreno, de los reporteros que le preguntaban al respecto, y de todo el país. Es la clase de gobernante criminal que tenemos en México.
De ese día para acá he posteado en mi cuenta de FB: “El Crimen Organizado tiene el control de todo el país… porque uno de ellos llegó a la Presidencia de la República”. “Los narcos asesinos son sólo cuerpos sin alma al servicio de Satanás… y de AMLO que es su intermediario”. Y “No debemos permitir que la delincuencia siga gobernando a este país, NI UN VOTO A MORENA”.
Sé que igual no sirve de nada, que igual no faltarán chairos inmundos que lo defiendan, pero no hay peor lucha que la que no se hace. Si usted replica estos mensajes, igual rectificará uno o más de los ingenuos que votaron en 2018 porque llegara a la Presidencia el Crimen Organizado.