Por LN María Marcela Sánchez Díaz
Hablar del comportamiento alimentario es referirnos a la manera como se alimenta una persona, este comportamiento se va forjando desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida, sin embargo, está condicionado por un sinfín de factores, tanto biológicos, como ambientales y sociales.
Entonces, el acto de comer es aprendido y el aprendizaje de la conducta alimentaria adoptada se da por las experiencias vividas en torno a la alimentación y la principal influencia es la familiar, si bien hay más como, la influencia de los medios masivos de comunicación, la economía, la influencia de nuestros sentidos respecto a los alimentos (visión, el olfato y el gusto), pero el ejemplo del seno familiar arrastra.
Ahora bien, es sabido por distintas investigaciones que, en nuestra sociedad, son principalmente las madres de familia las que alimentan a sus hijos y que, a mayor nivel de educación tengan ellas, mejor práctica de alimentación (más sana) tendrán sus descendientes, al contrario, los hijos de familias con un menor nivel educativo presentan un mayor consumo de alimentos chatarra (ultraprocesados).
Es muy importante, que la madre y el padre tengan buenos hábitos de alimentación, ya que los niños observan los comportamientos de sus papás y repiten los mismos patrones, de ahí que estas experiencias iniciales muestran un impacto en el comportamiento alimentario de sus hijos, pues seguramente los mantendrán hasta su vida adulta, de ahí que muchas enfermedades crónicodegenerativas como la obesidad, la diabetes mellitus, la hipertensión, entre otras, más que heredarse genéticamente, se heredan a través del medio en que fueron educados en su consumo de alimentos dentro de su hogar.
Se sabe que en la crianza de los hijos se aplican algunos estilos que benefician o perjudican la formación de buenos hábitos alimenticios: están los padres que son autoritativos, es decir, son exigentes a la hora de alimentarlos, pero están siempre atentos y controlan a los hijos de una forma afectiva, lo que es adecuado, luego están los padres autoritarios: que son exigentes y controlan mucho a sus hijos, sin embargo, lo hacen de una forma más fría y distanciada de ellos, esto los puede confundir, están los padres permisivos: son menos exigentes, pero son muy atentos con los hijos, aunque evitan la confrontación al momento de comer y están los padres negligentes que no son ni exigentes ni atentos y con éstos últimos, los hijos terminan haciendo lo que quieren con su alimentación.
Para forjar hábitos saludables, se requiere que quien alimente a los hijos, conozca los alimentos que aportan beneficios a la salud y tengan esa autoridad sobre lo que les ofrecen de comer, es decir, estar atentos a la calidad de los alimentos consumidos a lo largo del día, y claro que ellos vean que sus padres también los consumen, recuerda que no hay alimentos malos o buenos, pero que las cantidades ofrecidas a libre demanda de los ultraprocesados, perjudicarán su salud, el nutriólogo puede evaluar el estado de alimentación de los pequeños, acude con él.